HACIA UNA CULTURA DEMOCRATICA

CON COMUNICACIÓN EN EL ESTADO PLURINACIONAL

(Ponencia presentada al Seminario “Comunicación para una Ciudadanía Integral e Intercultural”, Universidad Andina, ONADEM, UNIR, la Paz, 16-17 de septiembre del 2011)

Fernando Andrade Ruiz

No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,
que es casi un deber.
No dejes de creer que las palabras y las poesías
sí pueden cambiar el mundo.
No caigas en el peor de los errores:
el silencio.
La mayoría vive en un silencio espantoso.

Walt Whitman

Resumen Ejecutivo:

La consolidación de un Estado democrático Plurinacional en Bolivia requiere asentar una nueva cultura democrática participativa, cuyo eje de articulación e impulso deberá ser la comprensión y ejercicio convergente de los derechos humanos individuales, colectivos y culturales, en especial el Derecho a la Comunicación que supone el deber ético de la ciudadanía para ejercerlo.

Los bolivianos solemos ser impacientes en política y quizá eso nos perjudica mucho en nuestra vida democrática. Considerando  que lo que hemos llamado democracia en el país ha sido sobre todo una práctica de élites, -además muy interrumpida por golpes militares-, estamos casi ante el desafío de una construcción democrática desde cero. Nos cuesta admitir esto y nos impacientamos, queriendo que madure de inmediato. Recuerdo una canción infantil que mencionaba la imposibilidad de exigir a un bebé que camine en un día, o a una semilla que de fruto en horas. Esto no quiere decir que evadamos los desafíos actuales a la espera de crecer. El propio enfrentamiento a las coyunturas debe formar parte del avance, pero sin perder la  perspectiva respecto a los ideales a alcanzar. Mi amigo, el sociólogo boliviano Fernando Calderón, se refirió a lo que él llamaba el “Síndrome Melgar” cuando una vez me vio ansioso ante un asunto entreverado. Me explicó que el “Síndrome Melgar” (se refería al gran futbolista boliviano Milton Melgar), consistía nada más que en levantar la cabeza. “Por eso es gran armador”, decía,  eleva la mirada, obtiene noción de horizonte, ve la cancha en su conjunto, no pierde de vista a dónde quiere llegar y no descuida el balón o el rival que lleva encima.

Eso nos está faltando. Fijarnos grandes derroteros en la construcción democrática y avanzar con una perseverancia que no descuide las contingencias diarias.

Urge ir labrando una verdadera cultura democrática. Cultura en su sentido de cultivo, de diseminación en mentes y actitudes de todos; en su carácter de patrimonio compartido, a pesar de las muchas diferencias que podamos tener. Una cultura democrática fuertemente asentada en principios éticos y en legislación consensuada de respaldo.

Considero que el generador más importante de esa cultura democrática debe ser la real comprensión y práctica de los Derechos Humanos, incluido, como factor clave, el Derecho a la Comunicación.

Es lo que desglosaré en los siguientes cuatro puntos:

Aunque no hay comunidad humana que de manera natural no genere cultura política, ésta se la puede ir reconfigurando y fortaleciendo de acuerdo a la voluntad de sus miembros en interacción con las condiciones de contexto en que les toque vivir. La democracia impele que éste sea un trabajo compartido.

En lo formal, la mayoría de los bolivianos hemos aprobado, en enero del 2009, una nueva Constitución Política que apunta a la construcción de un Estado “unitario, social, de Derecho Plurinacional Comunitario, libre, independiente, soberano, democrático, intercultural, descentralizado y con autonomías”, tal como lo expresa su artículo primero.

El texto Constitucional también incluye otros objetivos como la igualdad, la justicia social, la interculturalidad, la multietnicidad; el respeto a la diversidad, al pluralismo, a la dignidad de personas, pueblos, comunidades, y postula que sea el diálogo intercultural y plurilingüe el que sustente las varias formas de participación ciudadana y las decisiones políticas consecuentes. Reconoce los derechos humanos, tanto aquellos de carácter individual, como los que corresponden a las colectividades, culturas y grupos étnicos. Quedó también incorporado, en sus Arts. 106 y 107, el Derecho Ciudadano a la Comunicación y a la Información, pero no en el listado de derechos humanos fundamentales, como creo debería haber sido.

Es decir que, al menos en su planteamiento dogmático (y no tanto por la manera como la está usando el actual gobierno), estamos ante una Constitución que puede ser buen parámetro para el desarrollo de una nueva cultura democrática, pero siempre y cuando, estimo, podamos tornar viables esos principios mediante procesos de comunicación democráticos, creativos, diversificados, expansivos, eficaces, al alcance de todos y sustentados en rectorías tanto éticas  como legales.

¿Cómo avanzar en ello?

2.     La piedra angular de una cultura democrática es la ética, pues más allá de normas espirituales o legales, conceptualmente, ésta se inspira en el respeto entre las personas, principio que la liga inevitablemente a la democracia,  que sustenta exactamente lo mismo: aceptación y respeto recíprocos.

Significa que la democracia es un modo político fundamentalmente ético que tiene como fin  la felicidad de todos. ¿Podemos ser felices sin respetar nuestros derechos?

El filósofo norteamericano John Rawls (2004: p. 67) afirmaba que la justicia, la libertad  y la igualdad son bienes éticos primarios para la democracia. Justicia en el sentido de dar a cada uno lo que le corresponde; libertad como la aspiración más enraizada en la naturaleza humana, e igualdad, como resultado inevitable de la conjunción entre ambas. Igualdad de derechos no quiere decir uniformidad de pensamiento, ni de intereses; de ahí que el consenso pasa a ser otro valor esencial en la ética democrática, sin que suponga ignorar a las minorías. 

Como extensión de esa trilogía, aparecen otros valores democráticos: el pluralismo, la autorrealización desde la variedad, la autonomía, las libertades de pensamiento, de expresión, y también los medios y los procedimientos necesarios para darles vigencia.

En la ética democrática, el régimen y la acción política, son sólo “medios” para acercarse a la finalidad e  incluyen, entre otros recursos, a las diversas formas de participación ciudadana, la alternancia en el gobierno, la división del poder público,  las maneras de supervisar la administración estatal, las instancias de expresión ciudadana de pensamientos, ideas, informaciones, opiniones, etc.

En todos ellos afinca la necesidad de comunicación, como elemento transversal e indispensable. Es, además, – y esto resulta muy importante- el nexo exclusivo para la articulación de la actividad política con los cimientos éticos de la democracia. Es decir, la comunicación se convierte en la única fuente de los flujos de legitimidad que puedan sistentar a un sistema político que se pretenda democrático.

Sostiene el chileno Carlos Reymond (1994, p.73) que el conjunto de valores y medios que la ética democrática incorpora en su seno “son valores absolutos, no son manipulables, no están sujetos a la interpretación individual de las circunstancias de cada caso, o de las intenciones de quienes las atropellan”, lo que no quiere decir que sean inalterables en el tiempo, inmunes a situaciones de contexto, o a la voluntad mayoritaria de los miembros de la comunidad.Así también lo reitera el sacerdote jesuita Tony Mifsud cuando enfatiza en que la ética democrática está sujeta a circunstancias culturales e históricas. Menciona al respecto: “la afirmación de algunos derechos fundamentales en épocas sucesivas, depende de la evolución de la conciencia ética que precede al descubrimiento de nuevas verdades morales, por lo que también es una construcción cultural e histórica (Cf. 1994, p. 94).
Ningún avance democrático será posible sin el desarrollo de procesos de comunicación entre actores políticos que permitan ir consolidando una verdadera cultura democrática, sustentada en el respeto ético a las diferencias, pero desde el reconocimiento de derechos similares para todos.

Por adminrkp

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