En homenaje a Luis Ramiro Beltrán Salmón

V Ciclo de Estudios Especializados de la ABOIC

Cochabamba 8-10 noviembre 2012

Fernando Andrade Ruiz

¡Si habrá recibido merecidos homenajes este hombre durante su vida!

A cuántos actos como éste habrá asistido, tanto en el país como en el exterior, para recibir reconocimientos a su trabajo.

Tengo algunos datos aproximados al respecto: doce premios del más alto nivel en Bolivia y en otros países, entre ellos: el Primer Premio Mundial Mac Luhan Teleglobe de Comunicación, el año 1993; el Premio Nacional de Periodismo, en 1997; el “Illimani de Oro”, el “ Escudo de Armas”, el “Franz Tamayo” y cuántos más.

Le otorgaron  al menos trece medallas institucionales; seis declaratorias de Doctor Honoris Causa en diversas universidades nacionales y extranjeras; cuatro condecoraciones de alta gradación, como la del Cóndor de Los Andes, que le entregó Bolivia en 1983, la “Bandera de Oro” que le dio el Senado Nacional, la de “Juana Azurduy de Padilla” por parte del Concejo Municipal de Sucre y otras.

Más de 30 distinciones, reconocimientos, diplomas al mérito, designaciones como miembro honorífico de muchas instituciones; “Huésped Ilustre” en diferentes ciudades; fue distinguido en Brasil, en Ecuador, en Paraguay; figuró entre los personajes más notables del siglo XX; muchos foros y seminarios  llevaron su nombre, y están también todos los actos de presentación de los numerosos libros que publicó.

Aparte, este hombre  es un delicado poeta y fue ganador de dos concursos internacionales. Lo hizo también en teatro pues, en Ecuador, obtuvo un primer premio con su obra “El Cofre de Selenio”.

Fue guionista de la película “Vuelve Sebastiana”, dirigida por su entrañable amigo, Jorge Ruiz (recientemente fallecido), una obra cinematográfica pionera del cine nacional y ganadora de muchos premios internacionales.

La lista podría seguir…. y  lo que todavía vendrá.

Cuántos discursos habrá escuchado en todas esas ocasiones en que se honró su inconmensurable aporte a la ciencia, a la cultura, a la democracia, a los derechos humanos, al desarrollo de la comunicación y a cuánto más.

Seguramente en cada uno de ellos se dijo mucho sobre su vida, su profesión, su liderazgo intelectual y moral…por lo tanto, pretender ahora  un discurso original en esos aspectos, resulta difícil.

Debido a ello, opto por algo que estoy absolutamente seguro no se dijo  nunca públicamente y es mi vivencia personal, mi sentimiento, el concepto que tengo de este hombre. Eso haré a continuación:

Allá por la ya lejana década de 1970, cuando las primeras generaciones de estudiantes de Comunicación, disfrutábamos de serenos y pacíficos días en los entrañables jardines de la Universidad Católica, en la zona de Obrajes de La Paz, los distintos docentes nos contaban de la vida, la trayectoria profesional y el aporte internacional que se estaba dando un boliviano radicado en el exterior: Luis Ramiro Beltrán.

Escuchábamos impresionados y con admiración que este orureño, hijo de padres periodistas y cuyo papá ofrendó su vida en  la Guerra del Chaco, había empezado a trabajar en periodismo a los 12 años; que  a los 16, todavía en la secundaria, ya se desempeñaba como Jefe de Redacción de un importante periódico nacional. Que muy joven había sido contratado para prestar servicios en el exterior, que obtuvo su doctorado en una Universidad norteamericana, que era un crítico de las teorías tradicionales, que investigaba con intensidad, que era consultor y catedrático visitante en prestigiosas universidades, que asesoraba a muchos países como Canadá, Costa Rica, Perú, Colombia,  y también a organismos internacionales como CIESPAL, ILET, FELAFACS, USAID, OEA, UNICEFF, OPS, BID, FAO, Banco Mundial, UNESCO.

Uno de esos nuestros profesores (lo voy a nombrar como muestra de grato  recuerdo), el Lic. Nazario Tirado Cuenca, se llenaba la boca – lo digo con exactitud-  “se llenaba la boca” hablando de Luis Ramiro. Asumía cierta actitud de orgullo y modulaba sus palabras con alguna jactancia cuando se disponía a citar textos o conversaciones personales que – nos decía, sin falsa modestia- sostenía frecuentemente con él.

Nosotros, claro está, lo escuchábamos deslumbrados y nos sentíamos orgullosos de la obra de este compatriota: leíamos sus textos y lo citábamos en exámenes y en trabajos de investigación.

Pasó el tiempo. Me titulé y empecé mi trabajo profesional en el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, donde me destinaron al Departamento de Política Internacional para atender los asuntos relacionados con la UNESCO, sin duda el organismo mundial más cercano a la Comunicación.

Un buen día, a media mañana, escuché en la oficina que alguien preguntaba por mí. Me paré  y fui al encuentro de un hombre muy elegante, ante el que me identifiqué. Su cordial respuesta fue: “Fernando, qué gusto conocerlo. Soy Luis Ramiro Beltrán”.

Imaginarán mi emoción. Seguramente me puse pálido.

Las clases universitarias, las lecturas de sus obras, la eminencia acumulada por un hombre notable y cuanto más, se arremolinaron en mi mente y apenas pude balbucear, incrédulo: “¿Luis Ramiro Beltrán Salmón?”.

“Sí, mi querido colega y quiero conversar con usted un momento”.

Tener al frente a Luis Ramiro y que encima me llamé “colega”: ¿qué fecha habrá sido aquella? Debí haberla anotado como uno de los acontecimientos más emotivos en mi vida profesional.

Seguramente ya repuesto y después de comentarle que todos mis compañeros de Universidad lo admirábamos y le agradecíamos por su trabajo, escuché el motivo de su visita.

Me informó que muchos países estaban postulando su nombre para el premio de comunicación más importante del mundo: el Marshall Mac Luhan y necesitaba que, desde mis funciones, pueda yo colaborar en la difusión de que Bolivia, obviamente, apoyaba esa candidatura.

Sabía yo de la dimensión de dicho premio y me entusiasmé enormemente ante la posibilidad de que sea él quien lo recibiera por primera vez.

No sé si Luis Ramiro lo recuerda, pero inmediatamente nos fuimos a visitar al Ministro de Educación y a  las redacciones de algunos periódicos paceños para dar la buena noticia de la postulación.

Como todos sabemos y no podía ser de otra manera, el mundo todo comprendió la labor y el aporte de este hombre y lo reconoció como el Primer Premio Mac Luhan de Comunicación.

En posteriores visitas que él realizaba al país, fue cultivando en nosotros no sólo amor y compromiso profesional y moral con la comunicación, sino también la convicción de que ésta debe quedar siempre conectada con las necesidades de nuestra sociedad y trabajar sin pausa en tal sentido.

En alguna de aquellas ocasiones, nos contó que varios países latinoamericanos estaban formando asociaciones de investigadores en comunicación y que era importante que Bolivia tenga la suya.

Aunque ninguno de nosotros tenía experiencia continua en investigación, nos animamos a tomarle la palabra y, al poco tiempo, el 4 de febrero de 1981, fundamos la Asociación Boliviana de Investigadores de la Comunicación, hoy tan viva y lozana, como lo prueba este Foro en el que merecidamente se le brida un homenaje a su principal gestor.

Gracias a él pudimos inmediatamente relacionarnos con instituciones similares en el exterior y desplegar una buena labor, a tal nivel, que el año 2005, uno de los nuestros, Erick Torrico, llegó a ocupar, durante cuatro años, la Presidencia de la Asociación Latinoamericana de Investigadores de la Comunicación.

Mis funciones diplomáticas me llevaron a ejercer un cargo en la Embajada de Bolivia en Argentina y en todas las relaciones académicas que allá pude establecer no faltaba la referencia al boliviano Beltrán, al premio que obtuvo, a la dimensión teórica e investigativa de su trabajo, todo lo cual motivó que el hermano país le confiriera una alta distinción mediante la Asociación Argentina de Facultades de Comunicación y que también bautizara con su nombre al Centro de Investigaciones de Santiago del Estero. 

A poco de mi retorno a Bolivia, en 1986, nuestro entrañable, querido y siempre recordado Jaime Reyes Velásquez,  me hizo saber que Luis Ramiro, desde su puesto de Consejero Regional de la UNESCO para la Comunicación en América Latina y el Caribe, estaba empeñado en implementar en Bolivia un proyecto para la capacitación de personas que trabajaban en radio y televisión para el desarrollo.

Me ofrecía la dirección del proyecto. Si en ese momento hubiese sabido lo que es trabajar bajo la dependencia directa de Luis Ramiro, creo que me hubiese escabullido prudentemente.

No saben, amigas y amigos, lo que es trabajar bajo la férrea disciplina, exigencia y presión constantes que impone este hombre en su trabajo cotidiano. Él radicaba en Ecuador y pese  a que en ese entonces no existía Internet, ni chats, ni skype, ni estas cosas, igual me tenía a ritmo de penitente.

Nada más que horas después de haberme posesionado en el cargo, ya me estaba exigiendo por teléfono el plan de trabajo, informes sobre potencialidades, recursos humanos y técnicos, instalaciones, sondeos, diagnósticos, cronogramas y cien etcéteras más.

Creo que por su culpa decidí dos años después venirme a Cochabamba en busca de descanso y de paz (mentira Luis Ramiro. Fueron otras razones. Hubiese querido seguir a ese ritmo y con tan grata y ejemplar jefatura).

Ese proyecto era el SECRAD, también hoy muy vital en la Universidad Católica Boliviana y que tiene en La Paz un retrato enorme de la mamá de Luis Ramiro, Doña Betzabé, además de una sección en la Biblioteca con 350 de sus escritos y 1200 libros de comunicación donados por él.

Eso y mucho más es lo que la Universidad Católica le debe a este hombre, y se lo agradece constantemente, habiéndolo nombrado Doctor Honoris Causa, en 1984 (La Universidad de San Simón hizo lo mismo este año).

Desde 1999, existe la cátedra itinerante “Luis Ramiro Beltrán” en la Carrera de Comunicación Social de la UCB en La Paz.

Ya en Cochabamba, con un grupo de colegas fundamos, en 1995, el Colegio Departamental de Comunicadores Sociales.  Una de las primeras actividades académicas que realizamos fue declararlo Miembro de Honor de nuestra institución.

Sentí mucho la muerte de su madre, Doña Betzabé Salmón viuda de Beltrán, emblema del periodismo femenino, a quien él tanto amó y se dedicó.

Ya casi terminando el siglo pasado,  Beltrán decidió regresar a Bolivia e instalarse junto a su esposa Norita en la ciudad de La Paz, para poder seguir coadyuvando al país desde distintos cargos y actividades como, por ejemplo:  Presidente de la Corte Nacional Electoral, Defensor del Lector, Miembro de la Academia Boliviana de la Lengua, del Tribunal de Imprenta de La Paz, del Consejo Nacional de Ética Periodística, del Tribunal de Honor de la Asociación de Periodistas de La Paz, columnista de prensa, y otros.

En variadas oportunidades tuvimos la dicha de recibirlo en Cochabamba como parte de sus actividades.

Era una verdadera alegría si una de esas visitas coincidía con el primer semestre del año en el que empiezan la carrera los nuevos estudiantes. Si eso sucedía, inmediatamente yo lo invitaba a una de mis clases y los estudiantes tenían la inolvidable experiencia de ver personalmente a quien tanto citábamos en clases y leíamos sus textos. Siempre se mostraba dispuesto y amable, tratando invariablemente a los jóvenes estudiantes de “colegas”, lo que a todos, cómo no, causaba enorme honra.

Fueron muchos los seminarios y foros en los que nos fuimos encontrando, tanto en el país como en el exterior y su presencia en ellos siempre despertaba la admiración de los asistentes. En esas ocasiones -para variar-, él aprovechaba cualquier receso y convocaba a los comunicadores bolivianos para hacer planes, intercambiar experiencias y encomendar infinidad de tareas.

Pero más allá de esas mis vivencias y admiraciones personales, que las guardo como especial reliquia,  yo creo que hay algo más, un plus como dicen ahora, que hace que este hombre alcance semejante relevancia:

–         No creo que sea solamente su condición de pionero mundial en la teoría y en la investigación de la comunicación al servicio del desarrollo integral de personas y  de pueblos;

–         No me parece que se deba exclusivamente a haber construido la estructura teórica de las denominadas Políticas de Comunicación y de haber avanzado en las propuestas para implementarlas en cada país latinoamericano, como forma de democratizar las comunicaciones.

–         Tampoco debe ser solamente por haber sido uno de los ideólogos más notables de los diagnósticos y de las propuestas que se hicieron en pro de un Nuevo Orden Mundial de la Comunicación y de la Información.

–         No ha de ser únicamente por la convicción que tiene en sentido de comprender que la comunicación es esencial en la historia, en la vigencia de los derechos humanos, en los fenómenos antropológicos, en la agricultura, en la salud, en la política, en la cultura, en la educación, en fin: que es ella el insumo indispensable para la profundización democrática.  

–         ¿Será fundamentalmente porque su extensa producción intelectual e investigativa nutre constantemente a las universidades?

–         ¿Quizá sea debido a que hizo la recopilación más importante de los trabajos sobre comunicación existentes en Bolivia o porque nunca abandonó su sentido de patria en los muchos escenarios mundiales en los que le tocó trabajar?

–         Tampoco creo que tal notoriedad se deba solamente a que forjó una verdadera escuela latinoamericana y boliviana de comunicadores que tienen en él al maestro, al líder, al ejemplo.

Me parece que es todo eso, claro, pero que hay algo más. Que existe un factor  aglutinador que da sentido, impulso, y encumbra su vida al sitial excepcional que hoy reservamos para él.  Y creo que es su gran CALIDAD HUMANA.

Difícil encontrar una definición de lo que significa Calidad Humana. Es como el “qué se yo” de los argentinos,  algo que se percibe, se siente, que sabemos que está,  pero que cuesta ponerlo en palabras.

Calidad Humana.  Tal vez tenga que ver con la confianza en el género humano, con  el respeto a los demás, con ideales de bien común por encima de todo, con la convicción de que la Humanidad puede ser mejor si todos le inyectamos inteligencia, voluntad, sentimiento, honestidad, bondad, trabajo, justicia y atenciones mutuas.

Calidad humana: tal vez sea un  mentís al egoísmo, a la maldad, a la intrascendencia, a la  materialidad. No sé.

Pero siento que Calidad Humana tiene que ver con la generosidad, con la entereza, con la capacidad de renuncia de sí mismo en pro de los demás, con actitud de servicio incondicional, con el sello del amor en todo lo que se hace.

No sé con certeza qué es, pero sí puedo afirmar contundentemente que este hombre tiene Calidad Humana y que ésta es la punta de su monumental iceberg y que se la puede sentir nada más con tenerlo cerca, comprender sus obras, escuchar lo que dice, mirar lo que hace, ver cómo se relaciona con los demás.

Por eso irradia tanta energía,  convicción y compromiso humanístico que, sin duda, trascenderán su presencia física en este mundo y que él mismo lo escribió con ardor poético:

“Ven conmigo, abrázate a mi fiebre, sígueme”

Un abrazo fuerte querido Luis Ramiro y deseo elevar mi palabra a Dios para agradecerle por haberme permitido conocer, admirar, querer y aplaudir a un hombre como éste.

Cochabamba, noviembre 2012  

¡Cochabamba, noviembre 2012 

Por adminrkp

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